El ave emblema de Quito habita en Yanacocha
La reserva privada Yanacocha de la Fundación Jocotoco es una de las más visitadas por su cercanía a la ciudad capital. En un día despejado se puede ver el volcán Pichincha, la mama Cotacachi y la infinidad del Chocó Andino, con sus bosques nublados que se extienden sobre las montañas. Yanacocha se estableció para proteger al zamarrito pechinegro (Eriocnemis nigrivestis), una especie de colibrí que está críticamente amenazada por la reducción de su hábitat y su distribución restringida y que fue declarada como el ave emblema de Quito en 2005. Existen muchas otras aves que se pueden observar, como el colibrí picoespada (mi favorito), el rayito brillante, la pava andina, la gralaria leonada, el alazafiro grande y el pinchaflor enmascarado, entre otros.
La Ecoruta Paseo del Quinde conecta a Yanacocha con el valle de Tandayapa y Mindo, haciéndola una de las paradas predilectas para observar aves. La ecoruta también atrae a muchos ciclistas que pasan por Yanacocha para descansar o hacer una visita rápida antes de continuar su aventura. Hay varios senderos para recorrer la reserva; la trocha inca es el camino más fácil, prácticamente plano, que lleva hacia otro de los comederos de aves. De ella se dividen otros senderos para adentrarse en el bosque, incluyendo el bosque de polylepis en la parte alta, con distinto nivel de dificultad y duración. Es recomendable planificar al menos toda una mañana de paseo para poder disfrutar de la naturaleza. El Café del Zamarrito, operado por Jocotours, ofrece deliciosos desayunos y almuerzos (previa reservación) y también hay un área de camping con mesas donde se puede descansar y tomar un refrigerio.
Yanacocha es un lugar especial para mí porque es donde mis padres tienen una “residencia” alterna. Durante la pandemia mi hermano y yo donamos unas banquitas para la zona de avistamiento de aves y pusimos unas placas conmemorativas. Tanto mi mamá como mi papá eran amantes de la naturaleza. Mi mamá era aficionada a los colibríes y se emocionaba cuando alguno de ellos visitaba nuestro jardín. También tenía una colección de orquídeas en una de las palmeras de la casa, ella misma las transplantaba y las cuidaba. Mi padre siempre impulsó el ecoturismo desde que empezó a trabajar en la industria y es quien nos hizo conocer las maravillas de Ecuador desde la niñez. Curiosamente, nunca visitaron Yanacocha, entonces les traje para que retornen en forma de polylepis, aportando a la restauración de la reserva. Planté el árbol de mi papá en su cumpleaños, 18 noviembre 2020, y a mi mamá en el suyo, 23 enero 2023. Les visitamos al menos una vez al año para ver cómo han crecido y llevamos a familiares y amigos para que conozcan el bosque donde mis padres están renaciendo.
La conexión con la naturaleza es indispensable para el ser humano. En mi caso, la he hilado más fuerte a través de mis padres, llevando un poquito de ellos a cada sitio, incluyendo las reservas Jocotoco. Por supuesto, mi trabajo también crea un lazo estrecho con la naturaleza, con especies específicas como el zamarrito, con hábitats como el páramo, y con personas que comparten el mismo entusiasmo y ganas de conservar nuestro patrimonio natural. ¡Yanacocha les espera!
La Fundación de Conservación Jocotoco nació en 1998 gracias al descubrimiento, un año antes, de la gralaria jocotoco (Grallaria ridgelyi), un ave endémica del sur del Ecuador. Oficialmente inició sus actividades en 1999, por lo que este año cumple 25 años de trayectoria. En el marco de su aniversario, hago un homenaje a la gran biodiversidad que protege alrededor del país a través de su red privada de reservas, que abarca más de 36.000 hectáreas. Esta es la sexta entrega de mi experiencia formando parte de su equipo desde el 2021.
