Que el amor sea por todas partes
Hace poco terminó febrero, mes del amor y la amistad. ¿Cuál es tu lenguaje de amor? Es la pregunta más común en las sesiones de terapia psicológica o de pareja. Reconoce cómo demuestras amor y cómo esperas que te lo den. Hay tanta diversidad de amores, deseos y placeres: sexo, comida, música, viajes, arte y cientos de cosas más. También hay varias formas de amor: amor propio, amor romántico, amor platónico, amor fraternal o amor paternal. Hay gente que está felizmente casada o gloriosamente soltera, hay quienes aman a sus mascotas o sus plantitas, y también los que siempre soñaron ser padres.

La tecnología cada vez influye más en nuestra vida, incluso determinando cómo, dónde y cuándo buscamos a nuestra media naranja. A finales del 2024 bajé una aplicación de citas por recomendación de unas chicas que habían encontrado ahí a sus parejas. Luego de haber comprobado que el peor lugar para conocer a alguien es el gimnasio (nadie te dirige la palabra a menos que estés en la máquina que quieren usar), este método vanguardista de matchmaking merecía una oportunidad. Una vez en el juego, te enfrentas a otras tendencias como el branching (sales con varias personas al mismo tiempo), el breadcrumbing (mantienes el suficiente contacto para que la persona siga interesada), o el famoso ghosting (la desaparición repentina de quien parecía tener interés en ti). He experimentado el ghosting mutuo, donde ambos decidimos olvidar al otro luego de haber compartido un momento “agradable”. A veces, simplemente no vale la pena invertir más energía. Si alguien ya no te agrada, te retiras. Debería ser el comportamiento normal de una persona sana que prioriza su propio bienestar. La responsabilidad afectiva también es poner límites, físicos o emocionales, cuando la relación no prospera. Quizás es un acto “despiadado”, pero cortar de raíz puede ser más saludable. El problema es que esperamos una explicación, pero no cualquier explicación, sino una que nos guste. Hay historias que quedan inconclusas e irónicamente esa es la conclusión.
Vamos a la etapa de reflexión y cuestionamiento durante la búsqueda del príncipe azul (léase con una pizca de sarcasmo y una dosis de incredulidad). ¿Cuándo es el momento de presentar al muchacho a la familia o amigos? ¿Qué tan pronto debes hablar de temas delicados como dinero, religión o hijos? ¿Después de cuántas citas puedes bajarte el calzón? Existen toda clase de reglas que puedes seguir de acuerdo a tu propia convicción o simplemente al azar—el conjunto de normas de señorita decente que te llegue primero. El consejo más reciente que oí en un podcast es que no deberías salir con la persona a solas al comienzo, sino invitarle a participar de tus actividades cotidianas, por ejemplo, ir al parque con tu perro, tomar un café con tus amigos, almorzar con tus colegas, subir una montaña, o lo que sea que haces en tu vida normal. Es preferible que conozca tus intereses y tu personalidad en un ambiente relajado y en un contexto ordinario que en una cita donde todo está premeditado. Tiene su lógica, no obstante, pocos lo aplicamos. También es interesante que se está popularizando el “LAT” (Living Apart Together), parejas que tienen una relación oficial y estable, pero viven por separado. Me parece gracioso que muchas veces ni siquiera viven solos, sino con otros compañeros de piso, pero no con sus parejas. El clásico “juntos pero no revueltos” de la modernidad.

Un artículo reciente en The Economist indica que estamos volviendo a los años 1900 cuando la gente buscaba casarse por dinero y para escalar en el estrato social. Las mujeres en particular tenían la misión de encontrar un marido adinerado que tuviera negocios, propiedades, rango social alto y buena educación. La gente rica seguirá siéndolo por herencia y actualmente personas en varios países del mundo se están volviendo millonarias porque reciben la fortuna de sus padres o abuelos, en vida o luego de fallecidos. Entonces aparecen los gold diggers buscando una vida cómoda, un buen negocio, donde el amor está en segundo plano. A la par, se viralizan vídeos que recomiendan a los hombres (heterosexuales) que se casen para vivir mejor, pero no a las mujeres, porque para ellas la soltería es más ventajosa. Cuidar o estar con un hombre requiere mucha energía, entonces es una inversión que no rinde en el tiempo, al menos considerando beneficios holísticos (salud mental, estabilidad financiera, apoyo emocional, soporte familiar). Mientras tanto, hay una epidemia global de soledad que afecta a hombres y mujeres, pero sobre todo a hombres de mediana edad, que no logran entablar amistades o relaciones de pareja; hay una desconexión interpersonal que se exacerba con la infinita conectividad digital. ¿Por qué es tan difícil conectar con otra persona? Tal vez porque ahora somos hipersensibles y cualquier comportamiento puede ser usado en tu contra. Si dejaste de responder mensajes o llamar, eres desconsiderado. Si estás pendiente de alguien siempre, eres intenso. Si alguien que no te gusta te busca, es un acosador, pero si alguien que te gusta te ignora, es un pendejo. Nunca habrá un balance perfecto entre lo que esperamos y lo que obtenemos de una pareja.
Para añadir condimento al asunto—y porque ya estamos en marzo, el mes de la mujer—se puso de moda “las mujeres ya no lloran, las mujeres facturan”, el lema de Shakira que las mujeres independientes y empoderadas han adoptado para fortalecer su desarrollo, sean o no feministas. De hecho, dicen que las mujeres sufren menos de la soledad porque tienen redes de apoyo de todo tipo: grupos de madres solteras, clubes de arte, lectura o deporte, foros de negocios y un sinnúmero de plataformas donde las mujeres apoyan a otras mujeres. En lo personal, prefiero grupos que buscan la integración de todas las personas, independiente de cómo se identifiquen, porque la unión hace la fuerza y la diversidad construye resiliencia. Reconozco la importancia de los grupos segregados, principalmente porque son espacios seguros donde se fomenta la (auto)confianza y el sentido de pertenencia. Encontrar un sitio donde te sientas a gusto y puedas compartir intereses y objetivos es muy valioso. Para mí, por ejemplo, la montaña es ese lugar donde puedo liberar mis emociones, buenas y malas, por eso disfruto de salir regularmente en grupos pequeños con colegas que practican el senderismo o andinismo.

Sigue el turno de la introspección. ¿Cómo, cuándo y para qué disfrutar de mi soltería? ¿Qué pasa si me arrepiento de no ser madre? ¿Qué busco en una pareja? ¿Quiero construir una vida en conjunto o prefiero el LAT? ¿Qué porcentaje de mis respuestas son producto de mi propio ser o son construcciones sociales arraigadas hace décadas? Pensamientos interminables que pueden ir por muchos lados dependiendo del pie con el que me haya levantado. La respuesta más simple y práctica es que debes hacer lo que te haga feliz en el presente. Casarse con las decisiones (que tomaste en un momento determinado, bajo circunstancias específicas) y luchar por mantenerlas a toda costa puede ser perjudicial. Siempre aparecerán nuevas variables en la ecuación que harán repensar el análisis y, por ende, arrojarán un nuevo resultado. Saca conclusiones parciales, púlelas de acuerdo a tus experiencias acumuladas y lánzate al ruedo. El amor te espera en todas partes.