7
Jan
La espera
En el parque, eran las seis de la tarde, casi las seis y media, las hojas amarillas en el suelo. Esperaba que él me estuviera esperando y ahí estaba su azul y su dorado, la banca perfecta, el árbol la enmarcaba, y me senté a esperar. Me miraba y no decía nada, parecía que no estaba ahí, parecía perdido y parecía que quería huir. Entonces le dejé vagar un rato, pero sólo un rato, porque el sol se escondía y él quería irse con el sol. Seguí esperando y me sonrió y me tomó de la mano, yo emocionada pensé que sería un "te quiero", pero fue un "tomemos un café". Acepté. Creí que al fin diría algo y paré la oreja, pero me tocó bajarla, porque de tanto esperar me dolieron los lóbulos. Me seguía viendo en silencio y yo seguía esperando. Al fin vi que sacaba algo del bolsillo izquierdo, tal vez un poema, tal vez una golosina, pero era su billetera, iba a pagar la cuenta y yo seguía esperando. ¡Qué amable! me retiró la silla, me abrió la puerta del auto y encendió la radio. Condujo despacio, sin pasarse los semáforos en amarillo, dio paso a una anciana y dejó que le limpien el parabrisas, quedó más sucio, pero no dije nada y seguí esperando. Llegamos a mi casa, le invité a pasar y se hizo el rogado para luego entrar y sentarse en la sala en el sillón que da a la calle, estaba cuidando el auto, y es que era último modelo. Me miró y movió los labios, parecía que diría algo, bostezó el desgraciado. Le ofrecí una copa y me dijo: "no gracias, no bebo". Puse música, esa que inspira, le dio sueño, se acomodó sobre los cojines. Seguí esperando, pensaba que en vano y me levanté y fui a la cocina, tomé un vaso de agua, puse leche en el plato de Firulais el gato. Volví a la sala, se estaba durmiendo. Llegó Firulais, se subió a sus piernas, le acarició la cabeza y me sonrió de nuevo. Iba a sacar algo del bolsillo, pensé en la billetera, pero no la necesitaba. Sacó una galleta, se la dio a Firulais. Me miró y no dijo nada, seguí esperando y de tanto esperar, me quedé dormida. Desperté, con los cabellos desarreglados y el delineador corrido. Vi a la calle, no estaba su auto, al vez fue un sueño. Fui a mi cuarto, quería darme una ducha, entré casi con los ojos cerrados, tanteando las paredes y me piqué un dedo, di un salto y abrí bien los ojos. Todo: la cama, los veladores, la cómoda y el escritorio estaban llenos de rosas, de esas que me gustan, y en medio de todo había un globo que decía "I Love You", hecho el gringo, pensé, pero muy tierno. Entonces vi a la calle otra vez y estaba el auto. Bajé corriendo, tropecé con el gato, pero llegué a la puerta e incluso ahí seguí esperando, porque con tanto tráfico no podía cruzar la calle, le pisaba la buseta. Me miró y no dijo nada, le miré y no dije nada, (que hable él, por qué yo), y abrió la boca despacio, bostezó de nuevo. Siguió la larga espera y al fin dijo: "¿quieres desayunar?". Creí que el cuento no acabaría nunca y que mi destino era seguir esperando, pero cuando me vio con los ojos semiabiertos, con el cuerpo cansado y la sonrisa mal dibujada, al fin se decidió y dijo: "te amo".