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La espera – Julieta Muñoz
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Rosas
7 Jan

La espera

En el parque, eran las seis de la tarde,
casi las seis y media,
las hojas amarillas en el suelo.

Esperaba que él me estuviera esperando
y ahí estaba su azul y su dorado,
la banca perfecta, el árbol la enmarcaba,
y me senté a esperar.

Me miraba y no decía nada,
parecía que no estaba ahí,
parecía perdido y parecía que quería huir.

Entonces le dejé vagar un rato,
pero sólo un rato, porque el sol se escondía
y él quería irse con el sol.

Seguí esperando y me sonrió
y me tomó de la mano,
yo emocionada pensé que sería
un "te quiero", pero fue un "tomemos un café".

Acepté.

Creí que al fin diría algo y paré la oreja,
pero me tocó bajarla, porque de tanto esperar
me dolieron los lóbulos.

Me seguía viendo en silencio y yo seguía esperando.
Al fin vi que sacaba algo del bolsillo izquierdo,
tal vez un poema, tal vez una golosina,
pero era su billetera,
iba a pagar la cuenta
y yo seguía esperando.

¡Qué amable!
me retiró la silla,
me abrió la puerta del auto
y encendió la radio.

Condujo despacio, sin pasarse los semáforos en amarillo,
dio paso a una anciana
y dejó que le limpien el parabrisas,
quedó más sucio,
pero no dije nada y seguí esperando.

Llegamos a mi casa,
le invité a pasar y se hizo el rogado
para luego entrar y sentarse en la sala
en el sillón que da a la calle,
estaba cuidando el auto,
y es que era último modelo.

Me miró y movió los labios,
parecía que diría algo,
bostezó el desgraciado.

Le ofrecí una copa y me dijo: "no gracias, no bebo".

Puse música, esa que inspira,
le dio sueño,
se acomodó sobre los cojines.

Seguí esperando, pensaba que en vano
y me levanté
y fui a la cocina,
tomé un vaso de agua,
puse leche en el plato de Firulais el gato.

Volví a la sala, se estaba durmiendo.

Llegó Firulais, se subió a sus piernas,
le acarició la cabeza y me sonrió de nuevo.

Iba a sacar algo del bolsillo,
pensé en la billetera, pero no la necesitaba.

Sacó una galleta, se la dio a Firulais.

Me miró y no dijo nada,
seguí esperando y de tanto esperar,
me quedé dormida.

Desperté, con los cabellos desarreglados
y el delineador corrido.

Vi a la calle, no estaba su auto, al vez fue un sueño.

Fui a mi cuarto, quería darme una ducha,
entré casi con los ojos cerrados,
tanteando las paredes y me piqué un dedo,
di un salto y abrí bien los ojos.

Todo: la cama, los veladores, la cómoda y el escritorio
estaban llenos de rosas,
de esas que me gustan, y en medio de todo
había un globo que decía "I Love You",
hecho el gringo, pensé,
pero muy tierno.

Entonces vi a la calle otra vez y estaba el auto.

Bajé corriendo, tropecé con el gato,
pero llegué a la puerta
e incluso ahí seguí esperando,
porque con tanto tráfico no podía cruzar la calle,
le pisaba la buseta.

Me miró y no dijo nada,
le miré y no dije nada,
(que hable él, por qué yo),
y abrió la boca despacio,
bostezó de nuevo.

Siguió la larga espera y al fin dijo: "¿quieres desayunar?".

Creí que el cuento no acabaría nunca
y que mi destino era seguir esperando,
pero cuando me vio con los ojos semiabiertos,
con el cuerpo cansado y la sonrisa mal dibujada,
al fin se decidió y dijo: "te amo".
Julieta