12
Jan
Mal de amor
Morir de amor. No existe tal cosa como morir de amor. Lo que muere es la ilusión, la expectativa, la ingenuidad. El color rosa se opaca. Las mariposas del estómago se ahogan.
"¿Qué tal de amores? Como las flores." Si las arrancas, se mueren. Si las descuidas, se marchitan. El amor es de dos, aunque a veces es de tres e incluso de cuatro. El amor no puede vivir solo de amor. Tampoco puede vivir sin pasión, sin confianza, sin respeto.
La luna de miel dura poco, o mucho, o nada. Desde la manito sudada hasta morder la almohada, el núcleo estriado es alcahuete. La memoria nos juega sucio, un momento nos muestra los festejos y luego las penurias. El pecho se cierra, cual puñetazo en el esternón, y parece que el día se hace noche en un instante.
El Spotify en replay, con el playlist cortavenas - la sangre mancha la alfombra. Canciones de cortejo, alegría, desamor, traición y venganza - el karaoke en la habitación. Brincando, bailando, llorando. De trapo sucio de cocina a princesa con diadema de brillantes. Los parlantes a punto de estallar con las heridas abiertas - el móvil en modo avión.
Aparece la foto nueva, vigoroso; los estados de WhatsApp son disparos al corazón. El uno cancela redes, el otro las reactiva: se muestra más fuerte, más seguro de sí mismo. Una dedicatoria dolorosa, mensaje recibido e ignorado, ni siquiera dos vistos azules. El rechazo tan temido se instala en la puerta de la sanidad mental - son golpes secos.
Bloqueos activados para que ni Google ni Facebook puedan hacer un viaje al pasado. La ignorancia es la madre de la felicidad en una situación de ruptura unilateral. El duelo recién ha comenzado: dolor, ira, desconsuelo, desesperación. La aceptación demora. ¿Cuándo llega el alivio, cuándo la separación tranquiliza, cuándo el corazón se estabiliza?
Tiempo. Distancia. Llanto. Risotadas. Nuevo comienzo. Rebooting system, please wait...