Los osos andinos de Quito
La semana pasada tuve la oportunidad de viajar con un grupo de investigadores que hace dos meses inició un proyecto de conservación del oso andino en los páramos orientales de Quito. La salida de campo de 4 días tenía como objetivo revisar las cámaras trampa que se colocaron en sitios estratégicos para obtener información sobre la población de osos en esta zona. Con los resultados obtenidos se espera desarrollar programas de educación ambiental en las comunidades locales que fomenten la protección de esta especie vulnerable.
El monitoreo prolongado y la investigación científica también ayudarán a generar políticas de conservación sostenibles y eficientes. Dependiendo del finacimiento que se logre asegurar, esta etapa de recolección de datos durará de 4 a 6 meses. La mayoría de las cámaras son duales, es decir, permiten tomar fotos y vídeos cada vez que se detecta movimiento. Para captar la atención del oso se usa un cebo con vainilla que por su olor dulce resulta atractivo, ¡como con el oso Yogui!
El líder del proyecto, Santiago Molina, nos mostró material visual del sur del Ecuador, en la Cordillera del Cóndor, donde hay cámaras trampa y realmente es fascinante ver el comportamiento de estos animales, como cuando el oso se rasca la espalda contra el tronco de un árbol, ¡y en ocasiones parece estar bailando pole dance! Además del oso, hay registros de puma, tapir, jaguar, cabeza de mate, mono capuchino, oso hormiguero, pudú, entre otros.
Llevar a cabo este trabajo no es cosa fácil. Para empezar, las expediciones para determinar los lugares donde se colocarán las cámaras son sumamente demandantes. Es necesario pasar varios días recorriendo la zona, probar el funcionamiento de las cámaras durante algunas semanas, y evaluar si los sitios escogidos son adecuados. En efecto, el primer día de nuestra salida se decidió cambiar la ubicación de una de las cámaras, porque había mucha vegetación alrededor, lo que estaba activando la cámara con demasiada frecuencia.
Si bien no es la primera vez que veo osos en estado silvestre, puedo decir que esta expedición fue muy gratificante y educativa. Ahora aprecio mucho más la labor de los investigadores, pues aunque sólo fueron 4 días, puede vivir un poco de su trabajo. Acampamos dos noches en el páramo, con frío y algo de lluvia, sin baños ni agua caliente. Aunque debo decir que comimos bastante bien para tratarse de un campamento: burritos vegetarianos una noche y pasta con hongos la siguiente. Caminamos varios kilómetros cada día y a una altura sobre los 3000 metros. Los bellos paisajes fueron la recompensa del esfuerzo físico y observar a los osos fue la cereza del pastel.
Durante este corto voluntariado en el que participé, aprendí algunas cosas sobre el oso andino u oso de anteojos.
1. Tienen una dieta omnívora.
Quizás no es noticia para muchos, pero yo siempre había escuchado que los osos son mayormente herbívoros—se alimentan de plantas, frutos e insectos—y que justamente por eso no tiene sentido el conflicto con las comunidades respecto a la amenaza que representa el oso para sus animales domésticos. Sin embargo, vi un vídeo donde claramente se ve a un oso comiendo un venado. ¡Me llevé tremenda sorpresa! Los osos sí comen carne, a veces que ellos mismos han cazado o carroña que encuentran en el camino. En efecto, una moradora del sector que visitamos el último día nos comentó que hace poco había visto a un oso comiendo una vaca, aclarando que no atacó a la vaca, sino que ya estaba muerta.
Yo había visto muchas fotos de los osos del bosque nublado, en la Reserva Maquipucuna, donde los osos se trepan en los árboles para comer las bromelias y el fruto del aguacatillo. En los páramos, les he visto comer achupallas y claramente se puede ver el rastro de su paso, ya que las dejan deshojadas como una alcachofa, entonces una estrategia para la colocación de las cámaras trampa es buscar sitios donde hay achupallas. Estos alimentos están disponibles prácticamente todo el año, por lo que a diferencia de otros osos, el andino no necesita hibernar y su dieta sí es más herbívora.
2. Las “manchas” del rostro son únicas.
Así como nosotros tenemos huellas dactilares, los osos tienen una marca única en su rostro que los diferencia—la forma particular de sus “anteojos” o de su “barba” permite identificar si se trata de un nuevo individuo. El registro fotográfico es de suma importancia para cualquier proyecto de monitoreo o conservación. Así, por ejemplo, se sabe que una osa, a la pudimos ver el primer día en dos ocasiones, siempre vuelve a la misma área con sus oseznos, seguramente porque encuentra suficiente alimento.
3. Viven en bosques tropicales y páramos andinos.
El hábitat del oso comprende un rango altitudinal de 900 a 4300 metros, aprox. Sin embargo, los osos que viven en el noroccidente, en los bosques nublados, no migran hacia el páramo, ni vice versa, ya que no hay acceso, y por ende se entiende que son poblaciones que han evolucionado de diferente manera desde hace miles de años. Los osos del bosque suelen ser de menor tamaño, aunque no hay estudios específicos sobre las características de cada población. Se estima que en el área de estudio de este proyecto hay alrededor de 10 osos, entre adultos y crías.
4. Otros datos.
Los osos adultos son relativamente solitarios, pero sus primeros dos años de vida, más o menos, pasan con la madre. Están activos durante el día, pueden oler comida hasta 1 km de distancia, pero no tienen una vista tan aguda. Los osos pueden caminar más de 10 kilómetros al día para encontrar alimento o pareja. En el mundo, hay 8 especies de osos y el oso andino es la única que habita en Sudamérica.
Es verdaderamente un privilegio que aún tengamos vida silvestre en los alrededores de Quito. Debemos reforzar la conciencia ambiental en las ciudades, pero sobre todo en las poblaciones rurales que es donde hay mayor presión por la expansión agrícola y ganadera. Proteger al oso que habita en el páramo no sólo es salvar a una especie emblemática, sino preservar nuestros recursos hídricos, porque sin páramo no hay agua.